Mentiras Encantadoras by Alta Hensley & Stasia Black

Mentiras Encantadoras by Alta Hensley & Stasia Black

autor:Alta Hensley & Stasia Black [Hensley, Alta]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Alta Hensley


No estaba segura de por cuánto tiempo me estuve hundiendo en las sombras de esta miseria, pero cuando por fin abrí los ojos, Sully se cernía sobre mí. Me encontraba en nuestra cama, y ​​él se sentó en el borde con un sentimiento de preocupación pintado en cada centímetro de su rostro.

—Está despierta —exclamó por encima del hombro con una mezcla de alivio y miedo.

La señora Hawthorne se acercó a él y le puso la mano en el hombro.

—Oh, bien. Parece que también está recuperando algo de color en esa bonita cara que tiene.

—¿Estás bien? —me preguntó Sully, pasándome la mano por la frente y el cabello.

—¿Qué pasó? —pregunté. No estaba segura de cómo había terminado en la cama de nuestra habitación.

—Te has desmayado, muchacha. Era de esperarse considerando lo que pasó —respondió la señora Hawthorne.

—¿Cómo te sientes ahora? —preguntó Sully, cogiéndome de la muñeca y comprobando mi pulso. Miró a la señora Hawthorne—. Sigo pensando que deberíamos llamar a un doctor.

Negué con la cabeza y traté de incorporarme, pero Sully me empujó contra la almohada.

—Ningún doctor. Estoy bien. —Eché un vistazo a mi cuerpo y vi un vendaje en mi cadera. La sensación de ardor seguía presente, pero no era tan intensa—. Me encuentro bien. —Me quedé sin aliento mientras lo decía, pero en realidad era impactante que el dolor fuese mucho menor que antes.

—Te he puesto ungüento para quemaduras en esa herida —dijo la señora Hawthorne—. Te curará en un abrir y cerrar de ojos. Sana a las mil maravillas.

—Nunca debí haber permitido que te hicieran esto —dijo Sully, ceñudo.

—No permitiste nada —dije, obligándome a sentarme—. Yo tomo mis propias decisiones y esta fue una de ellas.

—Así es, muchacha. Sigue con ese espíritu de lucha y saldrás de aquí con todos tus sueños cumplidos. No dejes que esos hombres ganen la partida. —Me sonrió, le dio una palmada en la espalda a Sully y dijo—: Si alguno de los dos me necesita, estaré en la cocina.

No la vi irse porque mi atención estaba fija en Sully, que seguía sentado a mi lado. Tenía el ceño fruncido, unos círculos oscuros ensombrecían sus ojos y aparentaba tener muchos más años de los que había tenido ayer. Me incliné y le di un beso en la mejilla. Habíamos sobrevivido. Gracias a Dios habíamos pasado y ya estábamos del otro lado.

—No te preocupes, estoy bien —repetí—. Vamos a estar bien. Pero debemos mantenernos fuertes. No hay nada que no podamos superar. Nada.

—Nunca más —gruñó—. ¿Me escuchas? Nunca jamás volveré a escucharte gritar de dolor así. Mataré a alguien antes de dejar que eso suceda. Nunca jamás.

Presionó sus labios contra los míos y me dio el beso más casto de todos.

Le devolví el beso para no tener que aceptar sus condiciones. No tenía idea de lo que estaba por venir, y si tenía que gritar, sollozar, suplicar de rodillas y soportar dolor tras dolor antes de que terminara esta iniciación, lo haría. Lo haría todo.

Porque nada podría ser peor que lo que me esperaría del otro lado si me rendía.



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